jueves, 4 de septiembre de 2014

Encuentro matinal con Mamá

Gladys Lusmila Balladares, en tu vientre sagrado se gestó nuestra vida.


La brisa matinal propia del verano costeño me regaló una sensación especial. El reloj marcaba las 04:30 y el descanso habitual se esfumó. Sentado, observaba el ingreso de la luz  emanada por la luna sobre el velador de mi aposento.  La fotografía de mi progenitora se iluminó. Comprendí  que era el momento de volver a dialogar con mamá. Para quienes conocen de esta historia, ella no habita en el mundo de los mortales.

“Madrecita de mi vida”, fue la exclamación profunda que emergió de mi espíritu. Con una retrospectiva de mi vida, me transporté hasta mi niñez para conmemorar los momentos compartidos. En este salto dialéctico, aparece el despertar con un beso característico de mi madre; así también,  los pantalones sucios que abnegadamente lavaba. Visualicé el secado de mis lágrimas ante el llanto dado en mi primera caída; ella velozmente acudió a levantarme mostrándome su eterna preocupación y apoyo incondicional. 

Moraleja que inspira esta jornada para asumir los contratiempos de hoy. “Dios, grande y sublime eres”. Disfrutas de la bondad y amor de un ser que tenía mucho de ti: comprensión, ternura, bendición, bondad y amor que traspasa las esferas de este mundo terrenal hacia  el espiritual. Hoy ella acude hacia mí como muestra de seguir brindándome su apoyo ahora celestial.

Las lágrimas no se hicieron esperar.  Encendí un cirio para profundizar el diálogo espiritual mientras se iluminaba la fotografía. El sonido del ave anunció el amanecer de un día que permite al autor de esta nota, junto a sus  7 hermanos, agradecer al Supremo Creador colocando en sus santas manos a nuestra madre querida a quien agradecemos, pues ternura entrega y amor nos ofreció en esta vida.

“Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy… se lo debo a ella”.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su comentario