viernes, 28 de diciembre de 2012

Una Navidad diferente



El Chimborazo testigo de esta iniciativa

NAVIDAD EN CALLEJÓN INTERANDINO


Domingo 16 de diciembre. 06:00. El calendario señalaba el inicio de la novena navideña. Con un espíritu emprendedor  Geovanna, Kerly, Enma,  Alex, Eddie, el querido “Wachito” junto a sus tres hijos,  realizarían una de las más bellas aventuras que dejaría en cada uno de sus corazones la bondad infinita de “dar” sin recibir nada a cambio.

Con la ruta prevista, surcaron el  brío de la montaña. El trayecto desde Milagro hasta Guaranda,  los conduciría por una de las primeras carreteras del país, en un tiempo remoto, sirvió para la inspiración de una de las obras emblemáticas de la literatura ecuatoriana. “A la Costa”, cuyo autor, Luis A. Martínez, describiría el contraste de dos mundos entre la montaña fría, helada y la planicie calurosa propia de la costa.
En el interior del automotor visualizaban al borde de la carretera y poder encontrar la sonrisa tierna propia de los infantes. La soledad de la misma era notoria, tal parecía que las sábanas se habían pegado a los cuerpos diminutos como guardando la pereza radical del día festivo en quienes se constituían en los protagonistas de esta historia.

Atravesaron Babahoyo. Los cultivos de arroz a los costados de la vía casi como alfombra motivaba a los jóvenes emprendedores que laboran en el departamento de asistencia informática de la UNEMI, quienes un mes atrás por iniciativa propia capturaron la motivación de entregar en estas fiestas navideñas un juguete que alegre a los pibes. Existía una razón, dar sin medida para prolongar la existencia de Dios en la tierra. “EL Dios con Nosotros” el “Emmanuel” descrito en la biblia sería la razón por la cual se entregarían estos detalles a los más necesitados.

Y estos estarían surcando la montaña. Allí donde el frío se mezclaba como nube celestial en medio de los barrancos propios de esta vía. El primer detalle capturaría la imagen de quien apenas abandona el lecho de descanso. Sorprendido, el niño identificado con el nombre de Manuel, junto a su hermanita, serían los primeros en recibir el juguete. El llanto mezclado con sorpresa se describía pocos metros de llegar a  Balsapamba.

El ascenso proseguía y varios kilómetros  por delante, un ramillete de niños que participaban de la catequesis dominical serían el motor móvil de quienes emprendieron esta jornada casi que evangélica. Entre risas los juguetes se repartían teniendo como testigo al párroco de la iglesia de San Pablo. “Dios les pague”, fueron las palabras del presbítero que desde ya comprometía sus oraciones por el grupo de jóvenes emprendedores de esta feliz iniciativa.

Atravesaron San Pablo y arribarían hasta Guaranda no sin antes dejar en el borde del camino decenas de juguetes en quienes a pesar de ser domingo realizaban el trabajo de cultivar la tierra y pastar el rebaño. Ya en la capital de la provincia de Bolívar, ubicada en la hoya del Chimbo a 2668 m.s.n.m,  la compañía de Fanny, mujer perteneciente a un grupo indígena, sería una razón de alegría y confianza de llegar hasta el sitio donde nunca antes se había llevado un juguete para alegrar el rostro de los niños. Y ese anhelo que se conservaba en el corazón de   Geovanna, Kerly, Enma,  Alex, Eddie, el querido “Wachito”, se cumplió.

Entre subidas y bajadas, circulando por una trocha, llegaron hasta  la comunidad de Quilitagua, conocida por conservar la tradición de las fiestas del Inty Raymi,  sitio donde los niños emergían desde la misma montaña milenaria que se constituyó en testigo ocular de este evento. El majestuoso Chimborazo  se visualizaba imponente y  casi como abriendo su poderío se dejaba capturar a través del lente de la cámara fotográfica. Fanny sutilmente había interpretado el anhelo de los emprendedores y haciendo fila en el patio principal de la escuela descubrió la bondad del ser humano, capaz de transformar lo sutil en mágico, lo ordinario en bello, lo rutinario en  una forma de contribuir con el don de la felicidad en este mundo.

Los juguetes fueron entregados y los registros visuales demuestran en dónde se hizo. Allí donde los niños jugaban teniendo a los palos de helados pegados con las tapas de las bebidas como carros. Allí en medio del prado verde esperanzador descubrirían ser los privilegiados en esta navidad.

Abandonar el sitio sin duda fue una experiencia tan sensible puesto que todos elevaban al cielo el juguete como señal de gratitud hacia el infinito por haber sido beneficiados de  una gestión exclusiva para los pibes de la ciudad. Abandonar Quilitagua no fue nada fácil. Sin embargo la jornada debía proseguir y con él la imagen de una niña que corriendo por el borde del río, sin importar roca alguna, levantaba su mano en señal de gratitud. Bella escena propia de un filme que se grababa desde el interior del vehículo en la memoria histórica de los protagonistas.

La tarea de compartir se había cristalizado y con esta iniciativa el espíritu emprendedor fortalecido. “Ojalá retornen con más frecuencia”, fue la frase más sutil que se escuchaba y que  se constituyó en suplica divina presentada al Creador a fin de otorgarles esta petición que trasciende los límites del tiempo y espacio en la voluntad firme de servicio que se anida en cada uno de los corazones emprendedores que cumplieron con el compromiso de compartir una navidad diferente.

Mire fotografías siguiendo el siguiente enlace:








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