NAVIDAD EN CALLEJÓN INTERANDINO
Domingo
16 de diciembre. 06:00. El calendario señalaba el inicio de la novena navideña.
Con un espíritu emprendedor Geovanna,
Kerly, Enma, Alex, Eddie, el querido
“Wachito” junto a sus tres hijos, realizarían una de las más bellas aventuras
que dejaría en cada uno de sus corazones la bondad infinita de “dar” sin
recibir nada a cambio.
Con
la ruta prevista, surcaron el brío de la
montaña. El trayecto desde Milagro hasta Guaranda, los conduciría por una de las primeras
carreteras del país, en un tiempo remoto, sirvió para la inspiración de una de
las obras emblemáticas de la literatura ecuatoriana. “A la Costa”, cuyo autor,
Luis A. Martínez, describiría el contraste de dos mundos entre la montaña fría,
helada y la planicie calurosa propia de la costa.
En
el interior del automotor visualizaban al borde de la carretera y poder
encontrar la sonrisa tierna propia de los infantes. La soledad de la misma era
notoria, tal parecía que las sábanas se habían pegado a los cuerpos diminutos
como guardando la pereza radical del día festivo en quienes se constituían en
los protagonistas de esta historia.
Atravesaron
Babahoyo. Los cultivos de arroz a los costados de la vía casi como alfombra
motivaba a los jóvenes emprendedores que laboran en el departamento de
asistencia informática de la UNEMI, quienes un mes atrás por iniciativa propia
capturaron la motivación de entregar en estas fiestas navideñas un juguete que
alegre a los pibes. Existía una razón, dar sin medida para prolongar la
existencia de Dios en la tierra. “EL Dios con Nosotros” el “Emmanuel” descrito
en la biblia sería la razón por la cual se entregarían estos detalles a los más
necesitados.
Y
estos estarían surcando la montaña. Allí donde el frío se mezclaba como nube
celestial en medio de los barrancos propios de esta vía. El primer detalle
capturaría la imagen de quien apenas abandona el lecho de descanso.
Sorprendido, el niño identificado con el nombre de Manuel, junto a su hermanita,
serían los primeros en recibir el juguete. El llanto mezclado con sorpresa se
describía pocos metros de llegar a Balsapamba.
El
ascenso proseguía y varios kilómetros
por delante, un ramillete de niños que participaban de la catequesis
dominical serían el motor móvil de quienes emprendieron esta jornada casi que
evangélica. Entre risas los juguetes se repartían teniendo como testigo al
párroco de la iglesia de San Pablo. “Dios les pague”, fueron las palabras del
presbítero que desde ya comprometía sus oraciones por el grupo de jóvenes
emprendedores de esta feliz iniciativa.
Atravesaron
San Pablo y arribarían hasta Guaranda no sin antes dejar en el borde del camino
decenas de juguetes en quienes a pesar de ser domingo realizaban el trabajo de
cultivar la tierra y pastar el rebaño. Ya en la capital de la provincia de
Bolívar, ubicada en la hoya del Chimbo a 2668 m.s.n.m, la compañía de Fanny, mujer perteneciente a
un grupo indígena, sería una razón de alegría y confianza de llegar hasta el
sitio donde nunca antes se había llevado un juguete para alegrar el rostro de
los niños. Y ese anhelo que se conservaba en el corazón de Geovanna, Kerly, Enma, Alex, Eddie, el querido “Wachito”, se
cumplió.
Entre
subidas y bajadas, circulando por una trocha, llegaron hasta la comunidad de Quilitagua, conocida por
conservar la tradición de las fiestas del Inty Raymi, sitio donde los niños emergían desde la misma
montaña milenaria que se constituyó en testigo ocular de este evento. El
majestuoso Chimborazo se visualizaba
imponente y casi como abriendo su
poderío se dejaba capturar a través del lente de la cámara fotográfica. Fanny
sutilmente había interpretado el anhelo de los emprendedores y haciendo fila en
el patio principal de la escuela descubrió la bondad del ser humano, capaz de
transformar lo sutil en mágico, lo ordinario en bello, lo rutinario en una forma de contribuir con el don de la
felicidad en este mundo.
Los
juguetes fueron entregados y los registros visuales demuestran en dónde se
hizo. Allí donde los niños jugaban teniendo a los palos de helados pegados con
las tapas de las bebidas como carros. Allí en medio del prado verde
esperanzador descubrirían ser los privilegiados en esta navidad.
Abandonar
el sitio sin duda fue una experiencia tan sensible puesto que todos elevaban al
cielo el juguete como señal de gratitud hacia el infinito por haber sido
beneficiados de una gestión exclusiva
para los pibes de la ciudad. Abandonar Quilitagua no fue nada fácil. Sin
embargo la jornada debía proseguir y con él la imagen de una niña que corriendo
por el borde del río, sin importar roca alguna, levantaba su mano en señal de
gratitud. Bella escena propia de un filme que se grababa desde el interior del
vehículo en la memoria histórica de los protagonistas.
La
tarea de compartir se había cristalizado y con esta iniciativa el espíritu
emprendedor fortalecido. “Ojalá retornen con más frecuencia”, fue la frase más
sutil que se escuchaba y que se
constituyó en suplica divina presentada al Creador a fin de otorgarles esta
petición que trasciende los límites del tiempo y espacio en la voluntad firme
de servicio que se anida en cada uno de los corazones emprendedores que
cumplieron con el compromiso de compartir una navidad diferente.
Mire fotografías siguiendo el siguiente enlace:
Que sublime redacción y reflexión querido licenciado, una Navidad Diferente.
ResponderEliminarGracias
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